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Marcel Villarreal Garzaviernes, 29 de septiembre de 2017
La injusticia en contra de las Mujeres Musulmanas
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Marcel Villarreal GarzaComunicación Organizacional como factor de éxito en las Empresas
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Evelyn García WarnerosComunicación Organizacional como factor de éxito en las Empresas
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Evelyn García Warnerosjueves, 28 de septiembre de 2017
Tácticas para incrementar el Poder en las Organizaciones
Uno de los temas más polémicos en los ambientes académicos, políticos y empresariales en el mundo es el del poder en las organizaciones, veamos el marco conceptual y las tácticas para incrementar el poder en las organizaciones.
Podemos definir el poder como la habilidad de una persona o unidad organizacional para influir en otras a fin de alcanzar los resultados deseados. Es el potencial de influir en otros dentro de la organización, pero con el objetivo de alcanzar resultados deseados por quienes detentan el poder. El poder existe sólo en una relación entre dos o más personas y puede ejercerse en dirección vertical u horizontal.
Numerosos autores han estudiado el tema del poder en las organizaciones, Richard I. Daft es uno de los más destacados a mí entender, veamos a continuación las tácticas para incrementar el poder en las organizaciones tomando como referencia los diversos estudios realizados sobre la materia, en especial el de Richard I. Daft.
TÁCTICAS PARA INCREMENTAR EL PODER EN LAS ORGANIZACIONES
Ingreso a áreas de alta incertidumbre:
Una fuente de poder organizacional es enfrentar las incertidumbres cruciales. Si los ejecutivos de una unidad organizacional pueden identificar dichas incertidumbres y tomar medidas para eliminarlas, se agrandará la base de poder de su unidad organizacional.
Creación de dependencia
Cuando la organización depende de una unidad organizacional para que éste proporcione información, material, conocimientos o habilidades, éste tendrá poder sobre los demás.
El poder acumulado con la creación de una dependencia, puede utilizarse para resolver desacuerdos futuros a favor de la unidad organizacional.
Suministro de recursos
Los recursos siempre son importantes para la supervivencia organizacional. Las unidades organizacionales que acumulan recursos y los ofrecen a la organización en forma de dinero, información o instalaciones, serán poderosas.
Satisfacción de contingencias estratégicas
La teoría de las contingencias estratégicas indica que algunos elementos del entorno externo e interno de la organización son de especial importancia para el éxito organizacional. Una contingencia podría ser un evento crucial, una tarea para la cual no hay sustitutos o una tarea central que es interdependiente o muchas otras en la organización.
TÁCTICAS POLÍTICAS PARA UTILIZAR EL PODER
Construcción de coaliciones
Esto significa tomarse el tiempo para hablar con otros ejecutivos y persuadirlos para que acepten el punto de vista de uno. Las decisiones más importantes se toman fuera de las reuniones formales. Un aspecto importante de la elaboración de coaliciones es la construcción de buenas relaciones.
Expansión de redes
Estas se pueden ampliar: Erigiendo nuevas alianzas por medio del proceso de contratación, transferencias y ascensos o a través de la cooptación es decir atrayendo a los disidentes a la red de uno.
Control de las premisas de las decisiones
Este control significa establecer límites a una decisión. Una técnica es elegir o limitar la información que se proporciona a otros ejecutivos. Un método común es mostrar la mejor cara de la unidad organizacional, así como la presentación selectiva de criterios favorables.
Elevación de la legitimidad y habilidades
Los ejecutivos pueden ejercer más influencia cuando se reconoce su legitimidad y habilidad. Si una solicitud cae dentro del dominio de tareas de una unidad organizacional y concuerda con sus intereses creados, las otras unidades organizacionales tenderán a aceptar la situación.
Hacer explícitas las preferencias, pero retener implícitamente el poder
La actividad política es efectiva sólo cuando los objetivos y necesidades se presentan de manera explícita para que la organización pueda responder. Los administradores deben negociar en forma enérgica y ser persuasivos.
Sin embargo el uso del poder no debe ser obvio. El poder funciona mejor cuando se utiliza de manera discreta. Llamar la atención sobre él es perderlo. Los imponentes, no los poderosos, hacen afirmaciones explícitas de tener poder. La gente sabe quién tiene poder.
En conclusión, el poder es una habilidad que permitirá a una persona o unidad organizacional el poder influir a efectos de alcanzar los objetivos deseados, usado adecuadamente permitirá ser más competitivos y así alcanzar altos niveles de efectividad y eficiencia.
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Martín Taype MolinaTácticas para incrementar el Poder en las Organizaciones
Uno de los temas más polémicos en los ambientes académicos, políticos y empresariales en el mundo es el del poder en las organizaciones, veamos el marco conceptual y las tácticas para incrementar el poder en las organizaciones.
Podemos definir el poder como la habilidad de una persona o unidad organizacional para influir en otras a fin de alcanzar los resultados deseados. Es el potencial de influir en otros dentro de la organización, pero con el objetivo de alcanzar resultados deseados por quienes detentan el poder. El poder existe sólo en una relación entre dos o más personas y puede ejercerse en dirección vertical u horizontal.
Numerosos autores han estudiado el tema del poder en las organizaciones, Richard I. Daft es uno de los más destacados a mí entender, veamos a continuación las tácticas para incrementar el poder en las organizaciones tomando como referencia los diversos estudios realizados sobre la materia, en especial el de Richard I. Daft.
TÁCTICAS PARA INCREMENTAR EL PODER EN LAS ORGANIZACIONES
Ingreso a áreas de alta incertidumbre:
Una fuente de poder organizacional es enfrentar las incertidumbres cruciales. Si los ejecutivos de una unidad organizacional pueden identificar dichas incertidumbres y tomar medidas para eliminarlas, se agrandará la base de poder de su unidad organizacional.
Creación de dependencia
Cuando la organización depende de una unidad organizacional para que éste proporcione información, material, conocimientos o habilidades, éste tendrá poder sobre los demás.
El poder acumulado con la creación de una dependencia, puede utilizarse para resolver desacuerdos futuros a favor de la unidad organizacional.
Suministro de recursos
Los recursos siempre son importantes para la supervivencia organizacional. Las unidades organizacionales que acumulan recursos y los ofrecen a la organización en forma de dinero, información o instalaciones, serán poderosas.
Satisfacción de contingencias estratégicas
La teoría de las contingencias estratégicas indica que algunos elementos del entorno externo e interno de la organización son de especial importancia para el éxito organizacional. Una contingencia podría ser un evento crucial, una tarea para la cual no hay sustitutos o una tarea central que es interdependiente o muchas otras en la organización.
TÁCTICAS POLÍTICAS PARA UTILIZAR EL PODER
Construcción de coaliciones
Esto significa tomarse el tiempo para hablar con otros ejecutivos y persuadirlos para que acepten el punto de vista de uno. Las decisiones más importantes se toman fuera de las reuniones formales. Un aspecto importante de la elaboración de coaliciones es la construcción de buenas relaciones.
Expansión de redes
Estas se pueden ampliar: Erigiendo nuevas alianzas por medio del proceso de contratación, transferencias y ascensos o a través de la cooptación es decir atrayendo a los disidentes a la red de uno.
Control de las premisas de las decisiones
Este control significa establecer límites a una decisión. Una técnica es elegir o limitar la información que se proporciona a otros ejecutivos. Un método común es mostrar la mejor cara de la unidad organizacional, así como la presentación selectiva de criterios favorables.
Elevación de la legitimidad y habilidades
Los ejecutivos pueden ejercer más influencia cuando se reconoce su legitimidad y habilidad. Si una solicitud cae dentro del dominio de tareas de una unidad organizacional y concuerda con sus intereses creados, las otras unidades organizacionales tenderán a aceptar la situación.
Hacer explícitas las preferencias, pero retener implícitamente el poder
La actividad política es efectiva sólo cuando los objetivos y necesidades se presentan de manera explícita para que la organización pueda responder. Los administradores deben negociar en forma enérgica y ser persuasivos.
Sin embargo el uso del poder no debe ser obvio. El poder funciona mejor cuando se utiliza de manera discreta. Llamar la atención sobre él es perderlo. Los imponentes, no los poderosos, hacen afirmaciones explícitas de tener poder. La gente sabe quién tiene poder.
En conclusión, el poder es una habilidad que permitirá a una persona o unidad organizacional el poder influir a efectos de alcanzar los objetivos deseados, usado adecuadamente permitirá ser más competitivos y así alcanzar altos niveles de efectividad y eficiencia.
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Martín Taype MolinaUsos y deslices del Protocolo
Muchas veces escuchamos variadas interpretaciones en relación al protocolo y a sus usanzas y costumbres. Para la inmensa mayoría de hombres y mujeres está relacionado con un conjunto inapelable de formalidades empleadas en actos oficiales. Es decir, se tiende a orientar su utilización en diligencias gubernamentales.
El experto español José Antonio Urbina, asevera: “Protocolo es aquella disciplina que con el realismo, técnica y arte determina las estructuras o formas bajo las cuales se realiza una actividad humana importante. Es todo, porque realmente es el arte y la técnica de la creación de las formas en las que se realiza la acción del estado”. Son patrones para desarrollar un evento específico y se diferencian de las normas jurídicas porque su errada aplicación evade contravenir un deber legal y sancionable.
En el ámbito diplomático se refiere a los procedimientos entre autoridades de los estados para garantizar y favorecer las relaciones, negociaciones, convenios e intercambios entre los países y las personas que los representan, dando una imagen de cortesía, seriedad y respeto. Comprende las conductas y criterios sociales a conocer y plasmar, en un contexto de interacción humana.
Mientras el protocolo empresarial está circunscrito a los quehaceres corporativos que se realizan como parte de su dinámica cotidiana. Tiene que ver con los procesos esenciales para la planificación, preparación y desenvolvimiento de actos promovidos por empresas privadas. Mientras el protocolo social es la fusión de reglas que deben observarse y tributarse en el medio oficial, social y laboral, etc.
De otra parte, el presidente de la república cuenta con la debida orientación y asesoría de la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado del Ministerio de Relaciones Exteriores, que regula y supervisa el cumplimiento del Protocolo y Ceremonial del Estado y del Ceremonial Regional.
En tal sentido, cada vez que prestamos atención a las variopintas incorrecciones y deslices de nuestro jefe de estado -que por mandato constitucional personifica a la nación- no se producen por una carencia de información, sino a una probable voluntad para desacatar sugerencias tendientes a realzar su investidura. Sus omisiones evidencian ausencia de pericia, sumado a antojadizas determinaciones.
Un ejemplo actual lo percibimos los peruanos en los desfiles militares de Fiestas Patrias -presididos por el titular del Poder Ejecutivo- en los que Nadine Heredia de Humala acompaña a su cónyuge en el estrado principal reservado para altos funcionarios y cuerpo diplomático. Como la “primera dama” no ostenta un cargo gubernamental -y sólo tiene esa denominación simbólica- por tradición preside otra tribuna. Algo similar ha sucedido en las juramentaciones de todos los gabinetes ministeriales del presente régimen. En la foto oficial aparece la lideresa del Partido Nacionalista al lado de Ollanta Humala Tasso y de los titulares de las carteras, alterando la precedencia instituida de los ministros.
Nuestro primer mandatario, al igual que los demás representantes de los poderes públicos, desconoce con frecuencia lo instaurado por el protocolo. Sin embargo, sorprende tan habitual torpeza proviniendo de un político con formación castrense. De allí que, reitero mis aseveraciones contenidas en mi reciente artículo “Los selfies ministeriales de Fiestas Patrias” (2015): “…Este suceso (los autorretratos perpetrados en el Patio de Honor de Palacio de Gobierno por varios ministros mientras el jefe de estado hacía uso de la palabra) convendría ser observado por la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado de la cartera de Relaciones Exteriores a fin de ofrecer unas cuantas, precisas y necesarias orientaciones a los que, desde la más alta esfera del Poder Ejecutivo, perjudican la supremacía presidencial. No debiéramos acostumbrarnos, como sucede en un paraje de zarzuela como el nuestro, a los inoportunos desatinos protagonizados por nuestros dignatarios”.
Los anteriores gobernantes soslayaron convertirse en un ejemplo de acato al protocolo. Alejandro Toledo Manrique, durante su visita a España (2004) saludó a la reina Sofía con un efusivo beso en ambas mejillas en el Palacio Real de El Pardo. Acuñar el término “chorreo”, en una disertación en el Poder Legislativo, no fue oportuno viniendo de quien ejercía tan elevada magistratura del país.
Por su lado, Alan García Pérez dispuso duelo nacional, colocar la bandera a media asta y una foto gigante en la puerta de la Casa de Pizarro, honores del regimiento “Húsares de Junín”, imposición póstuma de la Orden El Sol del Perú y un homenaje a su amigo el compositor Arturo “zambo” Cavero. Evoquemos el desatino en Palacio de Gobierno al recibir al príncipe Felipe de Borbón y su consorte Letizia (2010). En plena entonación del himno español hicieron pasar a la princesa por detrás de la tribuna de los periodistas.
El protocolo cuida las formas que siempre tienen una importancia que debemos rehuir pasar inadvertida. No obstante, su ignorancia se trasluce en sinnúmero de celebraciones y acontecimientos. Recordemos lo acontecido en la toma de posesión del alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio (2015) cuando se entonó la “Marcha de Banderas” para recibirlo en el Teatro Municipal. Tengamos en cuenta que ésta sólo se destina para rendir honores al jefe de estado y dignatarios extranjeros. Seguramente algún burócrata de segundo nivel quiso halagar al burgomaestre, el que al parecer ni se dio cuenta de lo sucedido.
Este aspecto hace posible comentar otro que está vinculado. Me refiero al perfil profesional de los responsables de gestionar la práctica del protocolo en los organismos estatales en los que las recomendaciones, identidades partidarias y una mezcla de subjetividades prevalecen sobre las calificaciones y destrezas que debe poseer el encargado de este desempeño.
Con la intención de lograr una eficiente administración del protocolo, es conveniente diseñar un marco mínimo con las cualidades y atribuciones del subalterno a cargo de su manejo en el sector público; siempre tan sensible, cambiante y, además, sujeto a la constante intervención política. Las circunstancias son propicias para desplegar programas de capacitación destinados a inducir su congruente empleo.
Lo descrito muestra una realidad sobre la que corresponde trabajar para afianzar el protocolo en la esfera local, regional y nacional. Es conveniente reiterar la pertinencia de dominar su deferente aplicación y comprender su virtud como herramienta de comunicación, miramiento e integración.
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Wilfredo Pérez RuizUsos y deslices del Protocolo
Muchas veces escuchamos variadas interpretaciones en relación al protocolo y a sus usanzas y costumbres. Para la inmensa mayoría de hombres y mujeres está relacionado con un conjunto inapelable de formalidades empleadas en actos oficiales. Es decir, se tiende a orientar su utilización en diligencias gubernamentales.
El experto español José Antonio Urbina, asevera: “Protocolo es aquella disciplina que con el realismo, técnica y arte determina las estructuras o formas bajo las cuales se realiza una actividad humana importante. Es todo, porque realmente es el arte y la técnica de la creación de las formas en las que se realiza la acción del estado”. Son patrones para desarrollar un evento específico y se diferencian de las normas jurídicas porque su errada aplicación evade contravenir un deber legal y sancionable.
En el ámbito diplomático se refiere a los procedimientos entre autoridades de los estados para garantizar y favorecer las relaciones, negociaciones, convenios e intercambios entre los países y las personas que los representan, dando una imagen de cortesía, seriedad y respeto. Comprende las conductas y criterios sociales a conocer y plasmar, en un contexto de interacción humana.
Mientras el protocolo empresarial está circunscrito a los quehaceres corporativos que se realizan como parte de su dinámica cotidiana. Tiene que ver con los procesos esenciales para la planificación, preparación y desenvolvimiento de actos promovidos por empresas privadas. Mientras el protocolo social es la fusión de reglas que deben observarse y tributarse en el medio oficial, social y laboral, etc.
De otra parte, el presidente de la república cuenta con la debida orientación y asesoría de la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado del Ministerio de Relaciones Exteriores, que regula y supervisa el cumplimiento del Protocolo y Ceremonial del Estado y del Ceremonial Regional.
En tal sentido, cada vez que prestamos atención a las variopintas incorrecciones y deslices de nuestro jefe de estado -que por mandato constitucional personifica a la nación- no se producen por una carencia de información, sino a una probable voluntad para desacatar sugerencias tendientes a realzar su investidura. Sus omisiones evidencian ausencia de pericia, sumado a antojadizas determinaciones.
Un ejemplo actual lo percibimos los peruanos en los desfiles militares de Fiestas Patrias -presididos por el titular del Poder Ejecutivo- en los que Nadine Heredia de Humala acompaña a su cónyuge en el estrado principal reservado para altos funcionarios y cuerpo diplomático. Como la “primera dama” no ostenta un cargo gubernamental -y sólo tiene esa denominación simbólica- por tradición preside otra tribuna. Algo similar ha sucedido en las juramentaciones de todos los gabinetes ministeriales del presente régimen. En la foto oficial aparece la lideresa del Partido Nacionalista al lado de Ollanta Humala Tasso y de los titulares de las carteras, alterando la precedencia instituida de los ministros.
Nuestro primer mandatario, al igual que los demás representantes de los poderes públicos, desconoce con frecuencia lo instaurado por el protocolo. Sin embargo, sorprende tan habitual torpeza proviniendo de un político con formación castrense. De allí que, reitero mis aseveraciones contenidas en mi reciente artículo “Los selfies ministeriales de Fiestas Patrias” (2015): “…Este suceso (los autorretratos perpetrados en el Patio de Honor de Palacio de Gobierno por varios ministros mientras el jefe de estado hacía uso de la palabra) convendría ser observado por la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado de la cartera de Relaciones Exteriores a fin de ofrecer unas cuantas, precisas y necesarias orientaciones a los que, desde la más alta esfera del Poder Ejecutivo, perjudican la supremacía presidencial. No debiéramos acostumbrarnos, como sucede en un paraje de zarzuela como el nuestro, a los inoportunos desatinos protagonizados por nuestros dignatarios”.
Los anteriores gobernantes soslayaron convertirse en un ejemplo de acato al protocolo. Alejandro Toledo Manrique, durante su visita a España (2004) saludó a la reina Sofía con un efusivo beso en ambas mejillas en el Palacio Real de El Pardo. Acuñar el término “chorreo”, en una disertación en el Poder Legislativo, no fue oportuno viniendo de quien ejercía tan elevada magistratura del país.
Por su lado, Alan García Pérez dispuso duelo nacional, colocar la bandera a media asta y una foto gigante en la puerta de la Casa de Pizarro, honores del regimiento “Húsares de Junín”, imposición póstuma de la Orden El Sol del Perú y un homenaje a su amigo el compositor Arturo “zambo” Cavero. Evoquemos el desatino en Palacio de Gobierno al recibir al príncipe Felipe de Borbón y su consorte Letizia (2010). En plena entonación del himno español hicieron pasar a la princesa por detrás de la tribuna de los periodistas.
El protocolo cuida las formas que siempre tienen una importancia que debemos rehuir pasar inadvertida. No obstante, su ignorancia se trasluce en sinnúmero de celebraciones y acontecimientos. Recordemos lo acontecido en la toma de posesión del alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio (2015) cuando se entonó la “Marcha de Banderas” para recibirlo en el Teatro Municipal. Tengamos en cuenta que ésta sólo se destina para rendir honores al jefe de estado y dignatarios extranjeros. Seguramente algún burócrata de segundo nivel quiso halagar al burgomaestre, el que al parecer ni se dio cuenta de lo sucedido.
Este aspecto hace posible comentar otro que está vinculado. Me refiero al perfil profesional de los responsables de gestionar la práctica del protocolo en los organismos estatales en los que las recomendaciones, identidades partidarias y una mezcla de subjetividades prevalecen sobre las calificaciones y destrezas que debe poseer el encargado de este desempeño.
Con la intención de lograr una eficiente administración del protocolo, es conveniente diseñar un marco mínimo con las cualidades y atribuciones del subalterno a cargo de su manejo en el sector público; siempre tan sensible, cambiante y, además, sujeto a la constante intervención política. Las circunstancias son propicias para desplegar programas de capacitación destinados a inducir su congruente empleo.
Lo descrito muestra una realidad sobre la que corresponde trabajar para afianzar el protocolo en la esfera local, regional y nacional. Es conveniente reiterar la pertinencia de dominar su deferente aplicación y comprender su virtud como herramienta de comunicación, miramiento e integración.
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Wilfredo Pérez RuizEl papel del Maestro de Ceremonia
Un aspecto importante e ignorado es el referido al papel del “maestro de ceremonia”. Su aporte para garantizar el éxito de un evento dependerá, entre otras significativas consideraciones, de su atinada, discreta y cabal habilidad. Cuanto más imperceptible su protagonismo, mayor será su contribución.
En ocasiones se confunde su labor con la asumida por un “animador”. El primero, conduce la actividad y pone en contacto a los organizadores con el público; el segundo, fomenta el acercamiento, la alegría y la diversión de los asistentes y, por lo tanto, es requerido en celebraciones familiares, bailes, festejos y afines. En consecuencia, existe una indiscutible diferencia de funciones.
Reitero lo expuesto en mi artículo “Importancia del protocolo en los eventos”: “En nuestro medio concurren un abanico innumerable de moderadores con palpable desconocimiento de las mínimas disposiciones protocolares, a pesar de su dilatada experiencia e incluso siendo personas públicas convocadas con asiduidad para estos menesteres. Por ejemplo, acostumbran pedir ‘un voto de aplauso’, ‘saludamos con un fuerte aplauso’, etc. olvidando que las palmas no se solicitan; surgen espontáneamente. Escucho con reincidencia aseverar: ‘A continuación las sagradas notas del himno nacional del Perú. De pie por favor’. Bastaría: ‘Himno nacional del Perú’, es obvio que se entona de pie”.
“…Jamás debe asumir un rol adulón o intentar convertirse en la ‘estrella’ del certamen. Su criolla e improvisada formación, reflejada en reiteradas deficiencias, pueden generar la percepción que tan empañado desempeño es habitual. Debe dominar el uso de tratamientos honoríficos, precedencias y conceptos básicos de ceremonial. No exagero al subrayar la mediocridad de moderadores incapaces de diferenciar un evento institucional con una fiesta infantil. La sobriedad en su atuendo y desenvolvimiento define el estilo”.
Desde mi punto de vista, conviene exhibir buena dicción, adecuada entonación y óptimo volumen de voz. Su misión involucra prepararse, verificar que esté listo el podio, los equipos de sonido, el micrófono, las luces, empezar a la hora exacta, presentar a los expositores, hacer que los concurrentes se sientan bienvenidos, cumplir la programación, controlar el tiempo de las intervenciones, orientar las cuestiones protocolares y agradecer la participación. Al empezar debe evadir decir: “Buenas noches con todos”, sólo es necesario: “Buenas noches”.
Propongo emplear un esquema conducente a proporcionar coherencia a su intervención y, además, no omitir los vocativos y las precedencias. Es preciso incidir en la exigencia de practicar el programa y lucir vestimenta apropiada. En cuantiosos certámenes se pretende, en aras de supuestas informalidades, invertir el procedimiento y la solemnidad establecida. Hecho que opaca su trascendencia y magnitud.
Su ocupación demanda muchas más condiciones que una atractiva apariencia o amplia popularidad en los medios de comunicación. Recomiendo poseer probada asertividad, autocontrol emocional, mostrar empatía, naturalidad y sonreír, enfrentar situaciones imprevistas, dominar el ceremonial y, especialmente, renunciar a cualquier tipo de protagonismo. Algo imposible de lograr en abundantes y trilladas figuras del espectáculo y el periodismo.
Con asombro y estupor observo a afamadas locutoras de espacios televisivos, modelos, ex reinas de belleza y hasta controvertidos exponentes de la farándula que, aprovechando su efímera fama, son requeridos para esta función y han deslucido -a pesar de sus elevados honorarios- la prestancia de este trabajo. La relevante colaboración del “maestro de ceremonia” posibilita realzar cualquier acontecimiento corporativo, oficial o social; por esta razón, no debe estar en manos de galanes o actrices que le aminoran nivel y prestancia. Aun cuando tan desmedidas y elocuentes negligencias sean acogidas con simpatía en la siempre singular y desprovista “perulandia”. También, quiero hacer notar la responsabilidad de la entidad contratante por este despropósito.
Al respecto, el gerente Comercial, asesor protocolar y maestro de ceremonia principal de la prestigiosa empresa APG Graduaciones, Roberto Zavala Ojeda, con más de 25 años de amplia trayectoria profesional en este quehacer, explica: “Lo principal para esta tarea es la certera preparación. Por ejemplo, podemos preguntar al público: ¿Cuál es el patronímico nacional? Todos pueden pensar que incurrimos en una frase rimbombante y propia de un círculo exquisito. Nada más alejado de esa opinión. Sólo estamos preguntando cuál es la denominación exacta del nombre de nuestro país; (revisar el estupendo libro de Raúl Porras Barrenechea ‘El nombre del Perú’). Destaco aquí, entonces, mi deseo de no dejar al azar ni a la improvisación los pequeños detalles de la labor encargada y, sobre todo, dar real valía a la lectura, reconocer, si vale en términos taurinos, que sólo somos un ‘peón de brega’ y no somos el ‘matador’; además, desterrar el figuretismo de nuestra performance, no creernos las pavos reales de la noche y, mantener perfil bajo. Pero, sobre todo, demostrar en cada presentación, conocimiento del protocolo, honestidad, sencillez y honrar la confianza depositada en nosotros.”
Aceptar esta tarea es un suplicio debido a las constantes e impertinentes injerencias en desmedro del ponderado cometido que me agrada desplegar. En ocasiones he sido interrumpido para solicitar aplausos a un invitado o para la esposa del anfitrión, detener la velada a fin de anunciar la llegada tardía de una autoridad, realizar desatinados avisos de servicio público e incluso alterar la presentación con el propósito de inducir a hacer uso de la palabra a uno de los concurrentes.
Hace varios meses fui requerido por una universidad local para conducir el acto de acreditación del Sineace del ministerio de Educación. Al mencionar al máximo encargado de este organismo, un extravagante subalterno me exigió obviar al citado portafolio y requerir palmas para su jefe. No obstante, el guión había sido revisado y aprobado por los anfitriones. Por cierto, desatendí el capricho de este diligente, pegajoso y pusilánime felón.
Recuerdo haber sido llamado a actividades en las que entre los organizadores disputan el dominio sobre el “maestro de ceremonia” y, por lo tanto, debí enfrentar continuas contraórdenes que hacían peligrar mi función y mermar el desenvolvimiento del acto. A ello debo agregar la insolente interferencia de los asesores de funcionarios gubernamentales que pretendían introducir modificaciones. Me acuerdo del asistente de un presidente regional que cuestionó insistentemente la secuencia de las exposiciones de los integrantes de la mesa de honor. Este despistado burócrata ignoraba las precedencias.
Por último, sugiero incorporar esta temática en las capacitaciones de oratoria, imagen institucional, etiqueta social y organización de eventos, para ilustrar a quienes diseñan, implementan y administran eventos. El “maestro de ceremonia” es el conspicuo artista tras el telón del escenario. El ilustre filósofo alemán Immanuel Kant decía: “No hay duda que todo conocimiento empieza con la experiencia”.
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Wilfredo Pérez RuizEl papel del Maestro de Ceremonia
Un aspecto importante e ignorado es el referido al papel del “maestro de ceremonia”. Su aporte para garantizar el éxito de un evento dependerá, entre otras significativas consideraciones, de su atinada, discreta y cabal habilidad. Cuanto más imperceptible su protagonismo, mayor será su contribución.
En ocasiones se confunde su labor con la asumida por un “animador”. El primero, conduce la actividad y pone en contacto a los organizadores con el público; el segundo, fomenta el acercamiento, la alegría y la diversión de los asistentes y, por lo tanto, es requerido en celebraciones familiares, bailes, festejos y afines. En consecuencia, existe una indiscutible diferencia de funciones.
Reitero lo expuesto en mi artículo “Importancia del protocolo en los eventos”: “En nuestro medio concurren un abanico innumerable de moderadores con palpable desconocimiento de las mínimas disposiciones protocolares, a pesar de su dilatada experiencia e incluso siendo personas públicas convocadas con asiduidad para estos menesteres. Por ejemplo, acostumbran pedir ‘un voto de aplauso’, ‘saludamos con un fuerte aplauso’, etc. olvidando que las palmas no se solicitan; surgen espontáneamente. Escucho con reincidencia aseverar: ‘A continuación las sagradas notas del himno nacional del Perú. De pie por favor’. Bastaría: ‘Himno nacional del Perú’, es obvio que se entona de pie”.
“…Jamás debe asumir un rol adulón o intentar convertirse en la ‘estrella’ del certamen. Su criolla e improvisada formación, reflejada en reiteradas deficiencias, pueden generar la percepción que tan empañado desempeño es habitual. Debe dominar el uso de tratamientos honoríficos, precedencias y conceptos básicos de ceremonial. No exagero al subrayar la mediocridad de moderadores incapaces de diferenciar un evento institucional con una fiesta infantil. La sobriedad en su atuendo y desenvolvimiento define el estilo”.
Desde mi punto de vista, conviene exhibir buena dicción, adecuada entonación y óptimo volumen de voz. Su misión involucra prepararse, verificar que esté listo el podio, los equipos de sonido, el micrófono, las luces, empezar a la hora exacta, presentar a los expositores, hacer que los concurrentes se sientan bienvenidos, cumplir la programación, controlar el tiempo de las intervenciones, orientar las cuestiones protocolares y agradecer la participación. Al empezar debe evadir decir: “Buenas noches con todos”, sólo es necesario: “Buenas noches”.
Propongo emplear un esquema conducente a proporcionar coherencia a su intervención y, además, no omitir los vocativos y las precedencias. Es preciso incidir en la exigencia de practicar el programa y lucir vestimenta apropiada. En cuantiosos certámenes se pretende, en aras de supuestas informalidades, invertir el procedimiento y la solemnidad establecida. Hecho que opaca su trascendencia y magnitud.
Su ocupación demanda muchas más condiciones que una atractiva apariencia o amplia popularidad en los medios de comunicación. Recomiendo poseer probada asertividad, autocontrol emocional, mostrar empatía, naturalidad y sonreír, enfrentar situaciones imprevistas, dominar el ceremonial y, especialmente, renunciar a cualquier tipo de protagonismo. Algo imposible de lograr en abundantes y trilladas figuras del espectáculo y el periodismo.
Con asombro y estupor observo a afamadas locutoras de espacios televisivos, modelos, ex reinas de belleza y hasta controvertidos exponentes de la farándula que, aprovechando su efímera fama, son requeridos para esta función y han deslucido -a pesar de sus elevados honorarios- la prestancia de este trabajo. La relevante colaboración del “maestro de ceremonia” posibilita realzar cualquier acontecimiento corporativo, oficial o social; por esta razón, no debe estar en manos de galanes o actrices que le aminoran nivel y prestancia. Aun cuando tan desmedidas y elocuentes negligencias sean acogidas con simpatía en la siempre singular y desprovista “perulandia”. También, quiero hacer notar la responsabilidad de la entidad contratante por este despropósito.
Al respecto, el gerente Comercial, asesor protocolar y maestro de ceremonia principal de la prestigiosa empresa APG Graduaciones, Roberto Zavala Ojeda, con más de 25 años de amplia trayectoria profesional en este quehacer, explica: “Lo principal para esta tarea es la certera preparación. Por ejemplo, podemos preguntar al público: ¿Cuál es el patronímico nacional? Todos pueden pensar que incurrimos en una frase rimbombante y propia de un círculo exquisito. Nada más alejado de esa opinión. Sólo estamos preguntando cuál es la denominación exacta del nombre de nuestro país; (revisar el estupendo libro de Raúl Porras Barrenechea ‘El nombre del Perú’). Destaco aquí, entonces, mi deseo de no dejar al azar ni a la improvisación los pequeños detalles de la labor encargada y, sobre todo, dar real valía a la lectura, reconocer, si vale en términos taurinos, que sólo somos un ‘peón de brega’ y no somos el ‘matador’; además, desterrar el figuretismo de nuestra performance, no creernos las pavos reales de la noche y, mantener perfil bajo. Pero, sobre todo, demostrar en cada presentación, conocimiento del protocolo, honestidad, sencillez y honrar la confianza depositada en nosotros.”
Aceptar esta tarea es un suplicio debido a las constantes e impertinentes injerencias en desmedro del ponderado cometido que me agrada desplegar. En ocasiones he sido interrumpido para solicitar aplausos a un invitado o para la esposa del anfitrión, detener la velada a fin de anunciar la llegada tardía de una autoridad, realizar desatinados avisos de servicio público e incluso alterar la presentación con el propósito de inducir a hacer uso de la palabra a uno de los concurrentes.
Hace varios meses fui requerido por una universidad local para conducir el acto de acreditación del Sineace del ministerio de Educación. Al mencionar al máximo encargado de este organismo, un extravagante subalterno me exigió obviar al citado portafolio y requerir palmas para su jefe. No obstante, el guión había sido revisado y aprobado por los anfitriones. Por cierto, desatendí el capricho de este diligente, pegajoso y pusilánime felón.
Recuerdo haber sido llamado a actividades en las que entre los organizadores disputan el dominio sobre el “maestro de ceremonia” y, por lo tanto, debí enfrentar continuas contraórdenes que hacían peligrar mi función y mermar el desenvolvimiento del acto. A ello debo agregar la insolente interferencia de los asesores de funcionarios gubernamentales que pretendían introducir modificaciones. Me acuerdo del asistente de un presidente regional que cuestionó insistentemente la secuencia de las exposiciones de los integrantes de la mesa de honor. Este despistado burócrata ignoraba las precedencias.
Por último, sugiero incorporar esta temática en las capacitaciones de oratoria, imagen institucional, etiqueta social y organización de eventos, para ilustrar a quienes diseñan, implementan y administran eventos. El “maestro de ceremonia” es el conspicuo artista tras el telón del escenario. El ilustre filósofo alemán Immanuel Kant decía: “No hay duda que todo conocimiento empieza con la experiencia”.
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Wilfredo Pérez Ruizmiércoles, 27 de septiembre de 2017
Protocolo en la Graduación Universitaria
Hace algunas semanas asistí a unas cuantas ceremonias de titulación del Instituto San Ignacio de Loyola (ISIL) y quedé complacido al observar una programación distanciada del folklore tan característico en estas actividades. Me pareció una experiencia inspiradora para compartir reflexiones, sugerencias y orientaciones.
Quiero empezar precisando que la sobriedad es sinónimo de elegancia, pertinencia y ponderación a fin de hacer de este acto, de enorme trascendencia para quienes culminan su formación académica, un acaecimiento colmado de una suma de pequeños detalles que brinden esplendor.
Estos eventos tienen ciertas tradiciones como las togas y los birretes, originados en las universidades medievales cuando eran utilizados por profesores y alumnos para abrigarse del frío en las aulas. Lo sensato es que la vestimenta sea acorde a la hora, la ocasión y el lugar. En infinidad de circunstancias la apariencia es variopinta y extravagante. Se observan mujeres recargadas de atuendos inapropiados y hombres con ternos brillosos, pantalones de gabardina, jean, polos, etc. En “perulandia” la incoherencia es frecuente.
Los integrantes de la mesa principal exhibirán camisa blanca y si llevan puesta una toga, el pantalón, los calcetines y los zapatos serán oscuros. Es necesario un vestuario formal, impecable y de probada calidad. El saco siempre estará abotonado -más allá de estar de pie o sentado- y aconsejo lucir una corbata de buena condición. Esquive de seda china de deficiente textura y género.
Por su parte, las invitaciones tienen que considerar la información esencial y entregarse mínimo con 15 días de antelación. Innumerables universidades las confeccionan con un diseño similar al de una pollada y con los tonos de una tarjeta de bingo. Las particularidades de la convocatoria constituyen el “termómetro” del certamen. Siguiendo lo establecido en el protocolo la indumentaria del varón es la única consignada en la esquela y recuerde poner el vocablo correcto en función de lo que ofrezca al concluir el suceso: brindis, coctail, etc. Propongo que los bocaditos no sean comprados al kilo en una panadería de la vuelta de la esquina y sirva un vino de categoría.
Esta solemnidad requiere de un esquema compatible con el protocolo universitario y alejado de actuaciones musicales, coreografías, bailes, recitales, juego de luces, aclamaciones y bombardas de papel picado al estilo de la “hora loca”. Parecerá exagerado este comentario; los videos en las redes sociales acreditan que solo faltan los zancos y el cotillón como para una festividad de año nuevo en un salsodromo. Sin duda, manifestaciones ausentes de sensatez, finesa y buen gusto.
El programa contendrá, únicamente, lo imprescindible. La Academia Diplomática del Perú tiene una presentación que puede ser recogida por cualquier institución deseosa de ostentar prestancia. Su graduación consta de los siguientes momentos: himno nacional, discurso de su rector, palabras de un delegado del alumnado que incluirá una semblanza del personaje cuyo nombre ha adoptado la promoción, distribución de los diplomas a los egresados, entrega de premios a los mejores alumnos, lectura de la resolución ministerial de incorporación al servicio diplomático, juramentación de los nuevos terceros secretarios y disertación del ministro de Relaciones Exteriores. En caso de asistir el jefe de estado, esté hará uso de la palabra al final.
Por inercia se hace, en la mayoría de graduaciones universitarias, un empalagoso y aburrido recuento biográfíco -semejante a una clausura escolar- de cada uno de los egresados mientras caminan a recibir su diploma. De esta manera, la actividad se extiende y pierde majestad. Subsisten pupilos, aunque usted no lo crea, que dedican su licenciatura a sus “padres, abuelos, hermanos, esposas, suegras y mascotas”. Es aconsejable que las autoridades permanezcan paradas durante la entrega de certificados.
La decoración guardará armonía con la gala. Noto escenarios con paños y sillas forradas de blanco, cubre manteles tonalidad oro y letras gigantescas con las siglas de la casa de estudios parecido al ornato de un baby shower. Advierto la aparición desmedida de flores multicolores (éstas deben ser blancas y no se ponen sobre la mesa, sino en los espacios más favorables en el estrado) y adornos con diseños propicios para un desfile de modas. Incluso existen tribunas engalanadas para una fiesta temática. ¡El colmo!.
De otra parte, reitero lo expuesto en mi artículo “Importancia del protocolo en los eventos” (2016) en relación al rol del maestro de ceremonias: “…En nuestro medio concurren un abanico innumerable de moderadores con palpable desconocimiento de las mínimas disposiciones protocolares, a pesar de su dilatada experiencia e incluso siendo personas públicas convocadas con asiduidad para estos menesteres. Por ejemplo, acostumbran pedir ‘un voto de aplauso’, ‘saludamos con un fuerte aplauso’, etc. olvidando que las palmas no se solicitan; surgen espontáneamente. Escucho con reincidencia aseverar: ‘A continuación las sagradas notas del himno nacional del Perú. De pie por favor’. Bastaría: ‘Himno nacional del Perú’, es obvio que se entona de pie”. Tampoco se demandan vivas al concluir el himno como por inopia sucede con asidua frecuencia.
“Jamás debe asumir un rol adulón o intentar convertirse en la ‘estrella’ del certamen. Su criolla e improvisada formación, reflejada en reiteradas deficiencias, pueden generar la percepción que tan empañado desempeño es habitual. Debe dominar el uso de tratamientos honoríficos, precedencias y conceptos básicos de ceremonial. No exagero al subrayar la mediocridad de moderadores incapaces de diferenciar un evento institucional con una fiesta infantil. La sobriedad en su atuendo y desenvolvimiento define el estilo”. Existen infinidad de animadores que abruman a cada expositor de elogios, dádivas y títulos. Una muestra errada de extrema exaltación.
Los discursos bajo ninguna consideración pasarán desapercibidos. Aconsejo practicar con prolijidad para prevenir intervenciones deslucidas. Observo a rectores, decanos y graduados carentes de elementos intelectuales que leen sin énfasis y con inadecuada dicción. Se debe rehuir decir: “buenas noches con todas y con todos” (sólo: “buenas noches”) y es excesivo y pegajoso aludir a la totalidad de las autoridades.
Las personas en ocasiones llevan sus alocuciones en hojas sueltas y arrugadas y, además, omiten mencionar a los concurrentes en el orden de precedencias. Por el contrario, lo hacen en la secuencia en el que vienen a su mente sus nombres. Tenga en cuenta que no está obligado a “doctorar” a los nombrados como pasa en “perulandia”. Puede decir “señor” y/o “señora” y punto. No diga “señorita” si desconoce el estado civil de la dama.
El encargado de pronunciar el discurso en representación de su promoción deberá ensayar para detectar deficiencias. Absténgase de hacer referencias personales y familiares que otorguen un sesgo individual a una intervención efectuada por encargo de sus condiscípulos. Me permito insinuar prudencia en las alabanzas, calificaciones y reconocimientos y, especialmente, proceder con circunspección.
En un sinfín de circunstancias oímos decir que el protocolo establece demasiadas rigurosidades y formalismos. Todavía perdura la convicción que tiene solo un ámbito de aplicación en la esfera gubernamental. Éste garantiza el acertado desenvolvimiento de cualquier contingencia social, empresarial y oficial. Dentro de este contexto, es pertinente insertar su discernimiento y manejo en el contexto académico e impedir las descomunales omisiones, estridencias y mediocridades visibles en los centros de educación superior.
Del mismo modo, es palpable su dejadez en entidades de estudios que organizan aparatosas graduaciones atiborradas de orfandad. En tal sentido, coincido con las sencillas declaraciones sobre protocolo del experto español Fernando Fernández: “Es, sobre todo, sentido común. Consiste en aplicar una serie de usos y costumbres, existentes desde hace siglos, y una normativa legislada al respecto. Pero el sentido común soluciona muchos quebraderos de cabeza”.
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Wilfredo Pérez RuizProtocolo en la Graduación Universitaria
Hace algunas semanas asistí a unas cuantas ceremonias de titulación del Instituto San Ignacio de Loyola (ISIL) y quedé complacido al observar una programación distanciada del folklore tan característico en estas actividades. Me pareció una experiencia inspiradora para compartir reflexiones, sugerencias y orientaciones.
Quiero empezar precisando que la sobriedad es sinónimo de elegancia, pertinencia y ponderación a fin de hacer de este acto, de enorme trascendencia para quienes culminan su formación académica, un acaecimiento colmado de una suma de pequeños detalles que brinden esplendor.
Estos eventos tienen ciertas tradiciones como las togas y los birretes, originados en las universidades medievales cuando eran utilizados por profesores y alumnos para abrigarse del frío en las aulas. Lo sensato es que la vestimenta sea acorde a la hora, la ocasión y el lugar. En infinidad de circunstancias la apariencia es variopinta y extravagante. Se observan mujeres recargadas de atuendos inapropiados y hombres con ternos brillosos, pantalones de gabardina, jean, polos, etc. En “perulandia” la incoherencia es frecuente.
Los integrantes de la mesa principal exhibirán camisa blanca y si llevan puesta una toga, el pantalón, los calcetines y los zapatos serán oscuros. Es necesario un vestuario formal, impecable y de probada calidad. El saco siempre estará abotonado -más allá de estar de pie o sentado- y aconsejo lucir una corbata de buena condición. Esquive de seda china de deficiente textura y género.
Por su parte, las invitaciones tienen que considerar la información esencial y entregarse mínimo con 15 días de antelación. Innumerables universidades las confeccionan con un diseño similar al de una pollada y con los tonos de una tarjeta de bingo. Las particularidades de la convocatoria constituyen el “termómetro” del certamen. Siguiendo lo establecido en el protocolo la indumentaria del varón es la única consignada en la esquela y recuerde poner el vocablo correcto en función de lo que ofrezca al concluir el suceso: brindis, coctail, etc. Propongo que los bocaditos no sean comprados al kilo en una panadería de la vuelta de la esquina y sirva un vino de categoría.
Esta solemnidad requiere de un esquema compatible con el protocolo universitario y alejado de actuaciones musicales, coreografías, bailes, recitales, juego de luces, aclamaciones y bombardas de papel picado al estilo de la “hora loca”. Parecerá exagerado este comentario; los videos en las redes sociales acreditan que solo faltan los zancos y el cotillón como para una festividad de año nuevo en un salsodromo. Sin duda, manifestaciones ausentes de sensatez, finesa y buen gusto.
El programa contendrá, únicamente, lo imprescindible. La Academia Diplomática del Perú tiene una presentación que puede ser recogida por cualquier institución deseosa de ostentar prestancia. Su graduación consta de los siguientes momentos: himno nacional, discurso de su rector, palabras de un delegado del alumnado que incluirá una semblanza del personaje cuyo nombre ha adoptado la promoción, distribución de los diplomas a los egresados, entrega de premios a los mejores alumnos, lectura de la resolución ministerial de incorporación al servicio diplomático, juramentación de los nuevos terceros secretarios y disertación del ministro de Relaciones Exteriores. En caso de asistir el jefe de estado, esté hará uso de la palabra al final.
Por inercia se hace, en la mayoría de graduaciones universitarias, un empalagoso y aburrido recuento biográfíco -semejante a una clausura escolar- de cada uno de los egresados mientras caminan a recibir su diploma. De esta manera, la actividad se extiende y pierde majestad. Subsisten pupilos, aunque usted no lo crea, que dedican su licenciatura a sus “padres, abuelos, hermanos, esposas, suegras y mascotas”. Es aconsejable que las autoridades permanezcan paradas durante la entrega de certificados.
La decoración guardará armonía con la gala. Noto escenarios con paños y sillas forradas de blanco, cubre manteles tonalidad oro y letras gigantescas con las siglas de la casa de estudios parecido al ornato de un baby shower. Advierto la aparición desmedida de flores multicolores (éstas deben ser blancas y no se ponen sobre la mesa, sino en los espacios más favorables en el estrado) y adornos con diseños propicios para un desfile de modas. Incluso existen tribunas engalanadas para una fiesta temática. ¡El colmo!.
De otra parte, reitero lo expuesto en mi artículo “Importancia del protocolo en los eventos” (2016) en relación al rol del maestro de ceremonias: “…En nuestro medio concurren un abanico innumerable de moderadores con palpable desconocimiento de las mínimas disposiciones protocolares, a pesar de su dilatada experiencia e incluso siendo personas públicas convocadas con asiduidad para estos menesteres. Por ejemplo, acostumbran pedir ‘un voto de aplauso’, ‘saludamos con un fuerte aplauso’, etc. olvidando que las palmas no se solicitan; surgen espontáneamente. Escucho con reincidencia aseverar: ‘A continuación las sagradas notas del himno nacional del Perú. De pie por favor’. Bastaría: ‘Himno nacional del Perú’, es obvio que se entona de pie”. Tampoco se demandan vivas al concluir el himno como por inopia sucede con asidua frecuencia.
“Jamás debe asumir un rol adulón o intentar convertirse en la ‘estrella’ del certamen. Su criolla e improvisada formación, reflejada en reiteradas deficiencias, pueden generar la percepción que tan empañado desempeño es habitual. Debe dominar el uso de tratamientos honoríficos, precedencias y conceptos básicos de ceremonial. No exagero al subrayar la mediocridad de moderadores incapaces de diferenciar un evento institucional con una fiesta infantil. La sobriedad en su atuendo y desenvolvimiento define el estilo”. Existen infinidad de animadores que abruman a cada expositor de elogios, dádivas y títulos. Una muestra errada de extrema exaltación.
Los discursos bajo ninguna consideración pasarán desapercibidos. Aconsejo practicar con prolijidad para prevenir intervenciones deslucidas. Observo a rectores, decanos y graduados carentes de elementos intelectuales que leen sin énfasis y con inadecuada dicción. Se debe rehuir decir: “buenas noches con todas y con todos” (sólo: “buenas noches”) y es excesivo y pegajoso aludir a la totalidad de las autoridades.
Las personas en ocasiones llevan sus alocuciones en hojas sueltas y arrugadas y, además, omiten mencionar a los concurrentes en el orden de precedencias. Por el contrario, lo hacen en la secuencia en el que vienen a su mente sus nombres. Tenga en cuenta que no está obligado a “doctorar” a los nombrados como pasa en “perulandia”. Puede decir “señor” y/o “señora” y punto. No diga “señorita” si desconoce el estado civil de la dama.
El encargado de pronunciar el discurso en representación de su promoción deberá ensayar para detectar deficiencias. Absténgase de hacer referencias personales y familiares que otorguen un sesgo individual a una intervención efectuada por encargo de sus condiscípulos. Me permito insinuar prudencia en las alabanzas, calificaciones y reconocimientos y, especialmente, proceder con circunspección.
En un sinfín de circunstancias oímos decir que el protocolo establece demasiadas rigurosidades y formalismos. Todavía perdura la convicción que tiene solo un ámbito de aplicación en la esfera gubernamental. Éste garantiza el acertado desenvolvimiento de cualquier contingencia social, empresarial y oficial. Dentro de este contexto, es pertinente insertar su discernimiento y manejo en el contexto académico e impedir las descomunales omisiones, estridencias y mediocridades visibles en los centros de educación superior.
Del mismo modo, es palpable su dejadez en entidades de estudios que organizan aparatosas graduaciones atiborradas de orfandad. En tal sentido, coincido con las sencillas declaraciones sobre protocolo del experto español Fernando Fernández: “Es, sobre todo, sentido común. Consiste en aplicar una serie de usos y costumbres, existentes desde hace siglos, y una normativa legislada al respecto. Pero el sentido común soluciona muchos quebraderos de cabeza”.
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Wilfredo Pérez RuizMetas en la Planificación de la Empresa. ¿Son congruentes en toda la organización?
La planeación (planificación o planeamiento) es una función administrativa que comprende el análisis de una situación, el establecimiento de objetivos, la formulación de estrategias que permitan alcanzar dichos objetivos, y el desarrollo de planes de acción que nos señalen cómo implementar dichas estrategias. Dicho en otras palabras, la planeación analiza dónde estamos, establece dónde queremos ir, y señala qué vamos a hacer para llegar ahí y cómo lo vamos a hacer.
La planeación es la primera función administrativa ya que sirve de base para las demás funciones (organización, dirección y control). Al proponer objetivos y señalar qué es lo que se va a hacer para poder alcanzarlos, permite organizar mejor las áreas y recursos, coordinar mejor las tareas y actividades, y controlar y evaluar mejor los resultados (al permitir comparar los resultados obtenidos con los planificados).
Las ventajas de una planeación oportuna (no apresurada ni menos improvisada), son varias, destacando entre ellas, la “disminución de la incertidumbre y del riesgo”, por cuanto planear en la práctica es anticiparse, previendo los problemas que pudieran presentarse, lo que nos lleva a ser más eficientes en el uso de los recursos tanto humanos como financieros, y en su conjunto, disminuye el riesgo de las improvisaciones.
Pero, y con más frecuencia de lo que podríamos pensar, muchas veces la planeación se estima que es solo para los directivos comerciales, quienes planean los objetivos y estrategias de ventas para su equipo, y esta “planeación general” es entendida como una “orden” de empresa y conforme a ella, sí o sí, hay que cumplirla. Estoy de acuerdo con ello, pues sin esas directrices, sería imposible alcanzar los objetivos y metas establecidos por sus propietarios y, sin lugar a dudas, en su estudio y planificación posterior, deben de haber considerado el potencial de su fuerza de venta, analizando sus eventuales productividades, así como los sistemas de compensación que los motivarán. El problema, en verdad, está en la forma en que es “bajada” esta información o, mejor dicho, en cómo llega a los productores directos. Si llega solo en forma de “orden”, es muy posible que se dificulte su logro, encontrando “oposición” entre ellos, las que, hay que decirlo, las más de las veces contienen más excusas que razones lógicas. Sin embargo, igual va formándose un “rechazo” a las metas impuestas.
La pregunta más lógica, es ¿existe congruencia entre la meta impuesta y la meta personal de ese productor? – Si no existe ese “vínculo”, la “oposición” será mayor y los resultados finales, posiblemente “inciertos”.
Lamentablemente, la mayoría de las personas, trabajan solo para satisfacer “necesidades” y no tienen una meta personal establecida, por lo que su preocupación básica siempre será si podrá alcanzar ese determinado nivel de remuneración. Si la meta establecida está muy por encima de ese nivel, el productor se sentirá “oprimido” por ella y trabajará con un sentimiento de rechazo y solo ante el temor de perder su empleo.
El problema antes planteado, se produce, las más de las veces, cuando se contrata personas con bajas expectativas salariales y metas simples y el Líder no es capaz de ayudar a ese productor a “buscar e identificar” metas personales que sean congruentes con las de la compañía o empresa, e incluso con las propias del equipo de trabajo.
Mientras mayor sea esa congruencia, mayor será la aceptación, coordinación de trabajos, ejecución de acciones, cumplimiento de procesos y mejorará el ambiente laboral.
El Líder “debe” de ayudar al productor a crear, desarrollar y planificar las metas personales para que estén en congruencia con las de la empresa, en un trabajo que se inicia desde el reclutamiento y selección y continua en forma permanente, ayudándolo a determinar el cuánto, el qué, el cómo y el cuándo. El cuánto deberá de producir, el qué deberá de hacer, el cómo tendrá que hacerlo, y el cuándo efectuar las diversas actividades necesarias para cumplir con su meta personal. Lo importante, es que esta meta personal, no debe de ser “impuesta”, sino ser producto de la motivación propia del productor (en la que, por lógica, la actuación del Líder es importantísima).
Entonces, la planificación no solo debe de efectuarse para los niveles directivos, sino también al nivel de cada uno de nuestros productores, las que, en su conjunto, al sumar las diferentes productividades, alcancen tanto las metas individuales como las esperadas por la empresa o compañía.
Un abrazo,
Freddy Hayvard
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Freddy HayvardMetas en la Planificación de la Empresa. ¿Son congruentes en toda la organización?
La planeación (planificación o planeamiento) es una función administrativa que comprende el análisis de una situación, el establecimiento de objetivos, la formulación de estrategias que permitan alcanzar dichos objetivos, y el desarrollo de planes de acción que nos señalen cómo implementar dichas estrategias. Dicho en otras palabras, la planeación analiza dónde estamos, establece dónde queremos ir, y señala qué vamos a hacer para llegar ahí y cómo lo vamos a hacer.
La planeación es la primera función administrativa ya que sirve de base para las demás funciones (organización, dirección y control). Al proponer objetivos y señalar qué es lo que se va a hacer para poder alcanzarlos, permite organizar mejor las áreas y recursos, coordinar mejor las tareas y actividades, y controlar y evaluar mejor los resultados (al permitir comparar los resultados obtenidos con los planificados).
Las ventajas de una planeación oportuna (no apresurada ni menos improvisada), son varias, destacando entre ellas, la “disminución de la incertidumbre y del riesgo”, por cuanto planear en la práctica es anticiparse, previendo los problemas que pudieran presentarse, lo que nos lleva a ser más eficientes en el uso de los recursos tanto humanos como financieros, y en su conjunto, disminuye el riesgo de las improvisaciones.
Pero, y con más frecuencia de lo que podríamos pensar, muchas veces la planeación se estima que es solo para los directivos comerciales, quienes planean los objetivos y estrategias de ventas para su equipo, y esta “planeación general” es entendida como una “orden” de empresa y conforme a ella, sí o sí, hay que cumplirla. Estoy de acuerdo con ello, pues sin esas directrices, sería imposible alcanzar los objetivos y metas establecidos por sus propietarios y, sin lugar a dudas, en su estudio y planificación posterior, deben de haber considerado el potencial de su fuerza de venta, analizando sus eventuales productividades, así como los sistemas de compensación que los motivarán. El problema, en verdad, está en la forma en que es “bajada” esta información o, mejor dicho, en cómo llega a los productores directos. Si llega solo en forma de “orden”, es muy posible que se dificulte su logro, encontrando “oposición” entre ellos, las que, hay que decirlo, las más de las veces contienen más excusas que razones lógicas. Sin embargo, igual va formándose un “rechazo” a las metas impuestas.
La pregunta más lógica, es ¿existe congruencia entre la meta impuesta y la meta personal de ese productor? – Si no existe ese “vínculo”, la “oposición” será mayor y los resultados finales, posiblemente “inciertos”.
Lamentablemente, la mayoría de las personas, trabajan solo para satisfacer “necesidades” y no tienen una meta personal establecida, por lo que su preocupación básica siempre será si podrá alcanzar ese determinado nivel de remuneración. Si la meta establecida está muy por encima de ese nivel, el productor se sentirá “oprimido” por ella y trabajará con un sentimiento de rechazo y solo ante el temor de perder su empleo.
El problema antes planteado, se produce, las más de las veces, cuando se contrata personas con bajas expectativas salariales y metas simples y el Líder no es capaz de ayudar a ese productor a “buscar e identificar” metas personales que sean congruentes con las de la compañía o empresa, e incluso con las propias del equipo de trabajo.
Mientras mayor sea esa congruencia, mayor será la aceptación, coordinación de trabajos, ejecución de acciones, cumplimiento de procesos y mejorará el ambiente laboral.
El Líder “debe” de ayudar al productor a crear, desarrollar y planificar las metas personales para que estén en congruencia con las de la empresa, en un trabajo que se inicia desde el reclutamiento y selección y continua en forma permanente, ayudándolo a determinar el cuánto, el qué, el cómo y el cuándo. El cuánto deberá de producir, el qué deberá de hacer, el cómo tendrá que hacerlo, y el cuándo efectuar las diversas actividades necesarias para cumplir con su meta personal. Lo importante, es que esta meta personal, no debe de ser “impuesta”, sino ser producto de la motivación propia del productor (en la que, por lógica, la actuación del Líder es importantísima).
Entonces, la planificación no solo debe de efectuarse para los niveles directivos, sino también al nivel de cada uno de nuestros productores, las que, en su conjunto, al sumar las diferentes productividades, alcancen tanto las metas individuales como las esperadas por la empresa o compañía.
Un abrazo,
Freddy Hayvard
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Freddy HayvardLa perspectiva alimentaria en México y el Índice de Innovación Global 2017
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Flor Elizabeth Hernández GonzálezLa perspectiva alimentaria en México y el Índice de Innovación Global 2017
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Flor Elizabeth Hernández Gonzálezviernes, 22 de septiembre de 2017
¿Tiene usted habilidades sociales?
Uno de los temas que más incumbe considerar a la sociedad en su conjunto está relacionado con la importancia de conocer, apreciar y expandir las “habilidades sociales”. Un término tan venido a menos en estas épocas y cuyas implicancias en el bienestar personal nos concierne incentivar.
Para empezar definamos las “habilidades sociales”. Se refiere a la capacidad del hombre para tratar y congeniar con el resto de semejantes. Incluyen las dimensiones que permiten la ampliación de un repertorio de acciones tendientes a un desenvolvimiento cierto.
Por su parte, Celia Rodríguez Ruiz, escritora, pedagoga y experta en terapia infantil, en su interesante artículo “Habilidades sociales: Educar para las relaciones sociales”, afirma: “Es fundamental prestar especial atención al desarrollo de las habilidades sociales, ya que en primer lugar son imprescindibles para la adaptación de los niños y niñas al entorno en el que se desarrollan sus vidas, y posteriormente estas habilidades les van a proporcionar las herramientas para desenvolverse como adultos en la esfera social, siendo la base clave para sobrevivir de manera sana tanto emocional como laboralmente”.
Quiero incidir en la trascendencia de su interiorización a fin de lograr establecer mejores lazos de convivencia y, además, tender un vínculo fluido, armonioso y tolerante en cualquier escenario o circunstancia. La intensificación de estas aptitudes está relacionada, consecuentemente, con el incremento de la empatía, el autocontrol, la autoestima y la inteligencia emocional.
Al mismo tiempo, de manera eficiente, logramos comprendernos, encontrar amigos y conocer a los que tenemos, optimizar las relaciones familiares, aumentar el rendimiento escolar, universitario y laboral y, además, forjar prolífero trato con superiores y colegas. Su implementación favorecerá nuestra forma de encarar las vicisitudes de la vida diaria. Más aún si pensamos en los elevados índices de conflictividad que acontecen en todos los ámbitos en donde nos desenvolvemos.
Por el contrario, evadir poseerlas puede tener mayores consecuencias en nuestro proceso de interacción. Por ejemplo, no comunicará eficazmente necesidades y sentimientos, será difícil hacer amistades y conservar los que se tiene, se apartará de actividades primordiales y divertidas y, probablemente, se encontrará sólo, perderá amigos ó tendrá desencuentros con ellos. Carecer de estas prácticas mutilará la construcción de nuevas y provechosas conexiones humanas.
Hay dos categorías de “habilidades sociales”: básicas y complejas. En el trajín de mi actividad docente alterno con personas (incluso profesores) carentes de competencias simples como saludar, sonreír, dar cumplidos, agradecer, exhibir capacidad de integración y trabajo en equipo. Es decir, aplicar acciones obvias orientadas a forjar una briosa aproximación con el semejante y auspiciar una satisfactoria calidad de vida.
Las “habilidades sociales” complejas están ligadas con el despliegue de la asertividad en la comunicación y la inteligencia interpersonal. Los individuos que la poseen saben expresar quejas, rebatir peticiones irracionales, revelar sentimientos, defender sus derechos, pedir favores, resolver situaciones agudas, acoplarse con el sexo opuesto, tratar con niños y adultos. Estas destrezas tienen un impacto directo en contextos de tirantez y demandan de una sólida configuración personal.
Asimismo, permiten el crecimiento humano y facilitan exhibir facultades mínimas para hacer frente a aspectos inciertos. La tensa afinidad entre familias, vecinos, colegas y en centros de trabajo, debe llevarnos a pensar en lo indispensable de desplegar estas virtudes con el afán de contar con los elementos que afiancen nuestra conducta. Conocernos, reflexionar, explorarnos y administrar con sapiencia nuestro mundo interno, incentivará estas competencias.
No obstante, sucede lo contrario. Cada vez son ascendentes las impaciencias que debemos enfrentar, entre otras razones, por la presión de una colectividad estresada, insolidaria, exaltada e indiferente y, por el contrario, la composición de los hombres y mujeres es limitada. Existe una carencia de “habilidades sociales” esenciales que nos deja atónitos en múltiples acontecimientos y, especialmente, cuando provienen de prójimos con determinada formación e instrucción que supondría un mínimo despliegue de estas pericias. No es así y, probablemente, sus inopias sean frecuentes.
Deploro que en nuestro medio se advierta una resignación, por instantes abrumadora, acerca de la habitual carestía de estas facultades que limitarán altamente el ascenso del sujeto. Personas de variadas ocupaciones laborales que, por la naturaleza de sus quehaceres requieren de un prodigioso nivel de estas cualidades, son renuentes a saludar y mostrar afables gestos, huérfanas de las mínimas nociones para fomentar una conversación, arropadas en su reducido y marginal círculo amical, incapaces de integrarse socialmente, inseguras en su toma de decisiones y sobreprotegidas en su estrecha zona de confort. Fiel expresión de lo que he denominado “chuncholandia”.
Es conveniente tomar en cuenta la concordancia que debe existir entre el grado de responsabilidad profesional y las “habilidades sociales”. Esta es una condición para encarar más complejos retos particulares, ascender en una empresa y salir airoso en un proceso de selección de personal. Rehuyamos subestimar su valor en nuestro progreso y en la búsqueda de una duradera interacción humana.
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Wilfredo Pérez Ruiz¿Tiene usted habilidades sociales?
Uno de los temas que más incumbe considerar a la sociedad en su conjunto está relacionado con la importancia de conocer, apreciar y expandir las “habilidades sociales”. Un término tan venido a menos en estas épocas y cuyas implicancias en el bienestar personal nos concierne incentivar.
Para empezar definamos las “habilidades sociales”. Se refiere a la capacidad del hombre para tratar y congeniar con el resto de semejantes. Incluyen las dimensiones que permiten la ampliación de un repertorio de acciones tendientes a un desenvolvimiento cierto.
Por su parte, Celia Rodríguez Ruiz, escritora, pedagoga y experta en terapia infantil, en su interesante artículo “Habilidades sociales: Educar para las relaciones sociales”, afirma: “Es fundamental prestar especial atención al desarrollo de las habilidades sociales, ya que en primer lugar son imprescindibles para la adaptación de los niños y niñas al entorno en el que se desarrollan sus vidas, y posteriormente estas habilidades les van a proporcionar las herramientas para desenvolverse como adultos en la esfera social, siendo la base clave para sobrevivir de manera sana tanto emocional como laboralmente”.
Quiero incidir en la trascendencia de su interiorización a fin de lograr establecer mejores lazos de convivencia y, además, tender un vínculo fluido, armonioso y tolerante en cualquier escenario o circunstancia. La intensificación de estas aptitudes está relacionada, consecuentemente, con el incremento de la empatía, el autocontrol, la autoestima y la inteligencia emocional.
Al mismo tiempo, de manera eficiente, logramos comprendernos, encontrar amigos y conocer a los que tenemos, optimizar las relaciones familiares, aumentar el rendimiento escolar, universitario y laboral y, además, forjar prolífero trato con superiores y colegas. Su implementación favorecerá nuestra forma de encarar las vicisitudes de la vida diaria. Más aún si pensamos en los elevados índices de conflictividad que acontecen en todos los ámbitos en donde nos desenvolvemos.
Por el contrario, evadir poseerlas puede tener mayores consecuencias en nuestro proceso de interacción. Por ejemplo, no comunicará eficazmente necesidades y sentimientos, será difícil hacer amistades y conservar los que se tiene, se apartará de actividades primordiales y divertidas y, probablemente, se encontrará sólo, perderá amigos ó tendrá desencuentros con ellos. Carecer de estas prácticas mutilará la construcción de nuevas y provechosas conexiones humanas.
Hay dos categorías de “habilidades sociales”: básicas y complejas. En el trajín de mi actividad docente alterno con personas (incluso profesores) carentes de competencias simples como saludar, sonreír, dar cumplidos, agradecer, exhibir capacidad de integración y trabajo en equipo. Es decir, aplicar acciones obvias orientadas a forjar una briosa aproximación con el semejante y auspiciar una satisfactoria calidad de vida.
Las “habilidades sociales” complejas están ligadas con el despliegue de la asertividad en la comunicación y la inteligencia interpersonal. Los individuos que la poseen saben expresar quejas, rebatir peticiones irracionales, revelar sentimientos, defender sus derechos, pedir favores, resolver situaciones agudas, acoplarse con el sexo opuesto, tratar con niños y adultos. Estas destrezas tienen un impacto directo en contextos de tirantez y demandan de una sólida configuración personal.
Asimismo, permiten el crecimiento humano y facilitan exhibir facultades mínimas para hacer frente a aspectos inciertos. La tensa afinidad entre familias, vecinos, colegas y en centros de trabajo, debe llevarnos a pensar en lo indispensable de desplegar estas virtudes con el afán de contar con los elementos que afiancen nuestra conducta. Conocernos, reflexionar, explorarnos y administrar con sapiencia nuestro mundo interno, incentivará estas competencias.
No obstante, sucede lo contrario. Cada vez son ascendentes las impaciencias que debemos enfrentar, entre otras razones, por la presión de una colectividad estresada, insolidaria, exaltada e indiferente y, por el contrario, la composición de los hombres y mujeres es limitada. Existe una carencia de “habilidades sociales” esenciales que nos deja atónitos en múltiples acontecimientos y, especialmente, cuando provienen de prójimos con determinada formación e instrucción que supondría un mínimo despliegue de estas pericias. No es así y, probablemente, sus inopias sean frecuentes.
Deploro que en nuestro medio se advierta una resignación, por instantes abrumadora, acerca de la habitual carestía de estas facultades que limitarán altamente el ascenso del sujeto. Personas de variadas ocupaciones laborales que, por la naturaleza de sus quehaceres requieren de un prodigioso nivel de estas cualidades, son renuentes a saludar y mostrar afables gestos, huérfanas de las mínimas nociones para fomentar una conversación, arropadas en su reducido y marginal círculo amical, incapaces de integrarse socialmente, inseguras en su toma de decisiones y sobreprotegidas en su estrecha zona de confort. Fiel expresión de lo que he denominado “chuncholandia”.
Es conveniente tomar en cuenta la concordancia que debe existir entre el grado de responsabilidad profesional y las “habilidades sociales”. Esta es una condición para encarar más complejos retos particulares, ascender en una empresa y salir airoso en un proceso de selección de personal. Rehuyamos subestimar su valor en nuestro progreso y en la búsqueda de una duradera interacción humana.
La entrada ¿Tiene usted habilidades sociales? se publicó primero en GestioPolis.
Wilfredo Pérez Ruiz¿Qué son las habilidades blandas?
Desde hace mucho tiempo tenía la expectativa de escribir sobre las llamadas “habilidades blandas” y su influencia en nuestro engrandecimiento personal. La dinámica de vida tan apremiante que afrontamos exige preocuparnos por este asunto para lograr una mejor integración en nuestro entorno laboral, familiar y amical.
Las habilidades blandas son aquellos atributos que permiten actuar de manera efectiva. Confluyen una combinación de destrezas destinadas a tener una buena inter-relación; es decir, saber escuchar, dialogar, comunicarse, liderar, estimular, delegar, analizar, juzgar, negociar y arribar a acuerdos. Engloban un conjunto de aptitudes transversales e incluyen el pensamiento crítico, la ética y la posibilidad de adaptación al cambio. No obstante, evitemos confundirlas con las “habilidades duras”. Estas últimas se refieren a los requerimientos formales y técnicos necesarios para operar con eficacia una prefijada actividad.
Es importante afirmar que, en función de las tareas profesionales que cada uno cumple, estará definida la trascendencia de poseer estas prácticas. Por ejemplo, quienes trabajan en trato al público o demanda de amplia interacción con entidades, departamentos, proveedores y afines. Aunque su existencia facilitará una mejor analogía interpersonal cualquiera sea el escenario, jerarquía o nivel de responsabilidad.
“La combinación efectiva de las habilidades duras y las habilidades blandas, estaremos en capacidad de resolver determinadas situaciones sociales críticas o en capacidad de resolver problemas y alcanzar el éxito en las gestiones gerenciales en los ámbitos laborales, en incluso sociales y familiares. Reconociendo la importancia de las habilidades blandas, podemos referirnos a las ‘habilidades para la vida’. No pueden dejar de estar integradas”, afirma Edgar Eslava Arnao, doctor en psicología organizacional.
Habitualmente, el profesional se encuentra abocado a su perfeccionamiento y actualización en asuntos de su especialidad y descuida las implicancias de las habilidades blandas en su cometido. Lo mismo sucede entre esposos, amigos o afines. Se asume como usual la confrontación destemplada o la ausencia de mecanismos de autocontrol emocional.
Desde mi punto de vista, hemos llegado a aceptar la intolerancia, la ausencia de empatía, la deficiencia para trabajar en equipo, el maltrato al prójimo, las limitaciones afectivas y la impericia para superar la frustración, sin considerar su grave perjuicio en la convivencia social. Tengamos en cuenta que la reacción “afiebrada”, tan común en nuestro medio, muestra sin ambigüedades un deterioro de la empatía, la comprensión y el nacimiento de comportamientos autoritarismos dañinos al entendimiento social.
Existen sinnúmero de hombres y mujeres competentes que “pierden los papeles” en una discusión, nunca asumen un desliz, exhiben actitudes autosuficientes frente a una crítica, emplean argumentos prejuiciosos para rechazar las políticas corporativas, revelan poca condescendencia acerca del mundo interior de los demás y exponen gestos defensivos. Todavía se piensa que carecer de habilidades blandas no repercutirá en la prosperidad individual. Qué error tan frecuente.
Dotar a un sujeto de estas habilidades, reitero, sin diferenciación de su estatus en el organigrama de la empresa, posibilitará que su ocupación contribuya a una mejor atmósfera laboral y una más eficiencia productividad. Además, de un óptimo trato con la audiencia interno y externo de la compañía.
Sin embargo, constato en ejecutivos -de entidades públicas y privadas- una renuencia a abordar estos pormenores. Recomiendo evadir omitir la influencia de su proceder en sus subordinados. Jefes con elevados índices de tolerancia, empatía y autoestima sabrán enfrentar los retos, problemas y vicisitudes con asertividad. Lograrán afianzar su liderazgo, su capacidad de persuasión y el involucramiento de sus colaboradores en los proyectos a su cargo.
Observo su carencia en estudiantes de educación superior que aspiran a insertarse en la aviación comercial, la hotelería o como asistentes de gerencia. Actividades que demandan una visible y permanente disposición de interacción, sociabilidad, afabilidad y manejo de las emociones. La realidad cotidiana me da elementos para aseverar que hay una profunda inconsistencia en las habilidades blandas de los venideros profesionales.
Debemos considerar cómo los procesos de selección laboral incluyen estos componentes que hace algunas décadas eran ajenos en el diseño del perfil exigido por las empresas. Por lo tanto, se producen enormes frustraciones en el postulante al constatar su incoherencia entre su grado de entrenamiento en habilidades duras y sus flaquezas en habilidades blandas.
Hace algunos días al reflexionar con mis alumnas sobre el elevadísimo clima de confrontación general en nuestra sociedad, comentaba acerca del conjunto de factores que inciden en hacer nuestras existencias más tensas, agotadoras y atiborradas de nuevos conflictos humanos. Está realidad debería incentivarnos para desarrollar las habilidades blandas y, de esta manera, exhibir las herramientas que inspiren una saludable coexistencia colectiva.
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Wilfredo Pérez Ruiz¿Qué son las habilidades blandas?
Desde hace mucho tiempo tenía la expectativa de escribir sobre las llamadas “habilidades blandas” y su influencia en nuestro engrandecimiento personal. La dinámica de vida tan apremiante que afrontamos exige preocuparnos por este asunto para lograr una mejor integración en nuestro entorno laboral, familiar y amical.
Las habilidades blandas son aquellos atributos que permiten actuar de manera efectiva. Confluyen una combinación de destrezas destinadas a tener una buena inter-relación; es decir, saber escuchar, dialogar, comunicarse, liderar, estimular, delegar, analizar, juzgar, negociar y arribar a acuerdos. Engloban un conjunto de aptitudes transversales e incluyen el pensamiento crítico, la ética y la posibilidad de adaptación al cambio. No obstante, evitemos confundirlas con las “habilidades duras”. Estas últimas se refieren a los requerimientos formales y técnicos necesarios para operar con eficacia una prefijada actividad.
Es importante afirmar que, en función de las tareas profesionales que cada uno cumple, estará definida la trascendencia de poseer estas prácticas. Por ejemplo, quienes trabajan en trato al público o demanda de amplia interacción con entidades, departamentos, proveedores y afines. Aunque su existencia facilitará una mejor analogía interpersonal cualquiera sea el escenario, jerarquía o nivel de responsabilidad.
“La combinación efectiva de las habilidades duras y las habilidades blandas, estaremos en capacidad de resolver determinadas situaciones sociales críticas o en capacidad de resolver problemas y alcanzar el éxito en las gestiones gerenciales en los ámbitos laborales, en incluso sociales y familiares. Reconociendo la importancia de las habilidades blandas, podemos referirnos a las ‘habilidades para la vida’. No pueden dejar de estar integradas”, afirma Edgar Eslava Arnao, doctor en psicología organizacional.
Habitualmente, el profesional se encuentra abocado a su perfeccionamiento y actualización en asuntos de su especialidad y descuida las implicancias de las habilidades blandas en su cometido. Lo mismo sucede entre esposos, amigos o afines. Se asume como usual la confrontación destemplada o la ausencia de mecanismos de autocontrol emocional.
Desde mi punto de vista, hemos llegado a aceptar la intolerancia, la ausencia de empatía, la deficiencia para trabajar en equipo, el maltrato al prójimo, las limitaciones afectivas y la impericia para superar la frustración, sin considerar su grave perjuicio en la convivencia social. Tengamos en cuenta que la reacción “afiebrada”, tan común en nuestro medio, muestra sin ambigüedades un deterioro de la empatía, la comprensión y el nacimiento de comportamientos autoritarismos dañinos al entendimiento social.
Existen sinnúmero de hombres y mujeres competentes que “pierden los papeles” en una discusión, nunca asumen un desliz, exhiben actitudes autosuficientes frente a una crítica, emplean argumentos prejuiciosos para rechazar las políticas corporativas, revelan poca condescendencia acerca del mundo interior de los demás y exponen gestos defensivos. Todavía se piensa que carecer de habilidades blandas no repercutirá en la prosperidad individual. Qué error tan frecuente.
Dotar a un sujeto de estas habilidades, reitero, sin diferenciación de su estatus en el organigrama de la empresa, posibilitará que su ocupación contribuya a una mejor atmósfera laboral y una más eficiencia productividad. Además, de un óptimo trato con la audiencia interno y externo de la compañía.
Sin embargo, constato en ejecutivos -de entidades públicas y privadas- una renuencia a abordar estos pormenores. Recomiendo evadir omitir la influencia de su proceder en sus subordinados. Jefes con elevados índices de tolerancia, empatía y autoestima sabrán enfrentar los retos, problemas y vicisitudes con asertividad. Lograrán afianzar su liderazgo, su capacidad de persuasión y el involucramiento de sus colaboradores en los proyectos a su cargo.
Observo su carencia en estudiantes de educación superior que aspiran a insertarse en la aviación comercial, la hotelería o como asistentes de gerencia. Actividades que demandan una visible y permanente disposición de interacción, sociabilidad, afabilidad y manejo de las emociones. La realidad cotidiana me da elementos para aseverar que hay una profunda inconsistencia en las habilidades blandas de los venideros profesionales.
Debemos considerar cómo los procesos de selección laboral incluyen estos componentes que hace algunas décadas eran ajenos en el diseño del perfil exigido por las empresas. Por lo tanto, se producen enormes frustraciones en el postulante al constatar su incoherencia entre su grado de entrenamiento en habilidades duras y sus flaquezas en habilidades blandas.
Hace algunos días al reflexionar con mis alumnas sobre el elevadísimo clima de confrontación general en nuestra sociedad, comentaba acerca del conjunto de factores que inciden en hacer nuestras existencias más tensas, agotadoras y atiborradas de nuevos conflictos humanos. Está realidad debería incentivarnos para desarrollar las habilidades blandas y, de esta manera, exhibir las herramientas que inspiren una saludable coexistencia colectiva.
La entrada ¿Qué son las habilidades blandas? se publicó primero en GestioPolis.
Wilfredo Pérez Ruiz